El camino de acceso.

Alta muralla se levanta al frente. Del lado de afuera se observa el sol salir después de la terrible tormenta. El viento cesa y el suelo comienza a secarse. Pero todo aquel que ahora se acerque al monstruo allí erguido sentirá frío en su alma y un profundo respeto fundado en el temor. Otros sentirán tristeza e impotencia, otros bronca.

Algunos han avanzado ignorando la advertencia y se han aventurado a los límites de la muralla, para encontrar más frío. Un frío casi insoportable para la presencia humana. Allí han podido observar un pequeño orificio y resistiendo el frío se han animado a mirar hacia el interior.

Cuentan esos que lo único que pudieron ver es una terrible tormenta polar. Hielo, nieve, vientos arremolinados y un oscuro vacío explican con certeza el frío que se siente afuera. En el hielo se ven marcadas huellas de animales y algunas presencias vegetales y materiales que se han adaptado al clima. El hielo transparenta también, muy profundo dentro de sí, bajo un casco de gran antigüedad, algunas pisadas humanas.

Y nadie sabe que hay más allá, solo Dios y algunas criaturas tristes que han entrado por el orificio. Nadie sabe que pasó en este lugar.

Cuenta una leyenda que en el centro de la construcción mora un ser muy extraño que solía vivir en paz hasta que un día vio el cielo ponerse oscuro y a quienes vivían a su alrededor convertirse en monstruos. Esta visión congeló el alma de aquel ser y la llevó a crear una protección. Así se enfrío más que el medio y se volvió más malvado que aquellos que lo rodeaban. Cerró los ojos con fuerza para no ver los desastres que su propia maldad haría dentro y fuera de sí.

Esta maldad es, pues, junto con la distancia segura de protección e individualidad la responsable por la construcción de semejante complejo al que nadie puede acercarse ya.

En el centro de la construcción mora un ser muy extraño que todavía no sabe qué es lo que pasa afuera, pero lo intuye. Un ser que se ha mostrado a todo lo que ha llegado hasta El aunque solo sean pequeñas criaturas. Un ser que en la última habitación de la construcción guarda algo secreto y profundo. Algo que ni El mismo sabe qué es, pero que está custodiado por un eterno guardián que espera que alguien le transmita el código. Sólo eso, para correrse a un costado.

Nadie sabe qué hay allí, pero asegura la leyenda que tiene el suficiente poder como para tirar abajo todas las murallas y liberar aquel ser de su encierro.

Dicen los que saben que hay una persona frente a la muralla que conoce el milenario código que el guardián espera. Pero el frío la asusta mucho. El frío y el misterio detienen a esa persona que intuye que debe pasar, pero no sabe cómo. El riesgo es grande y la decisión debe ser tomada.

En el centro de la construcción mora un ser muy extraño que no entiende por qué las paredes tiemblan y el cielo se estremece. Un ser que no sabe, porque nadie sabe, que parte del código ya ha sido transmitido.

Cuco
21/10/93
AM 9:53


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