Madre Naturaleza

Paz interna y externa. Silencio absoluto. Adentro, la mente se acalla, las emociones se calman, los músculos se relajan. Afuera, la distancia borra todos aquellos ruidos. Poco a poco se van distinguiendo los sonidos...

El rítmico y tranquilo bombeo del corazón, el aire que entra y sale del cuerpo con calma casi perfecta, el inconstante sonido del viento sobre los oídos. Todo en sagrada combinación con el mecer de los árboles, el crujir de los pastos, el canto de las aves.

La luz, que tanta distancia ha recorrido ya, deja marcado su camino desde las copas de los árboles hasta el suelo. Allí llega y se transforma en vida. Esa vida que comienza en la luz y en la tierra. Vida que quiere aprender, vida que quiere crecer...

La vida igual que la luz deja marcada tras de sí la milagrosa travesía que ha hecho de criatura en criatura, hasta llegar al hombre, hasta llegar a mí.

Cuando la vida es hombre, la vida piensa. Piensa y se pregunta: ¿A dónde voy? ¿De donde vengo? Pero el hombre no sabe esas respuestas, aunque las lleva adentro, como a la vida.

Hilo de luz. Amor puro. Amor que del Amor vienes y en hombre te conviertes. Amor que al Amor vas y con vos me llevás. Porque tu camino y mi camino son el mismo camino, tu destino y mi destino son el mismo destino. Porque tu destino es igual al de cada hombre y mujer que habita la Tierra.

Siderales distancias nos hemos alejado de la Fuente. Pero la Fuente también la llevamos dentro. Es, pues, un largo sendero el que deberemos recorrer. Es el sendero que conduce a nosotros mismos. La Fe es nuestra energía. El corazón es nuestro guía.

Pasando el pabellón de Ciencias Exactas, pasando el Gimnasio, al final del caminito, cruzando la cimbra. Allí no se ve nada. Pero solo hay que abrir los "ojos" para "ver"...

Cuco
Tandil,
15 de abril de 1994


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