Oferta

Cubría lentamente aquella ciudad del mundo el manto oscuro de la noche. Mientras tanto, en uno de esos tantos hogares, casi en su propio mundo, el señor y la señora Sicone conversaban amargamente sobre su nefasta situación económica y social.

Las quejas y los lamentos eran aquella noche los dueños absolutos de ese ambiente, de esa casa, de esa cena... Mientras una pesada neblina se iba tragando la ciudad silenciosa, ya avanzada la noche, era ahora el insomnio el personaje dominante en el hogar de los Sicone.

'Si solo se pudiera prorrogar esa maldita hipoteca...' pensaba ella preocupada, sin decir palabra, frente a su esposo y con aquel café ya helado de por medio.

El llamado a la puerta los sorprendió mucho. No era ya hora de visita. Con un poco de temor atendió al llamado la señora.

Ante sus ojos se presentó cordialmente aquel extraño hombre. Bien parecido y de penetrantes ojos negros, el caballero medía mas de dos metros de altura. Vestía traje y se cubría con un largo sobretodo negro que llegaba prácticamente hasta el piso.

'- Traigo a ustedes una oferta muy especial. Estoy conciente de su situación y deseo ayudarles.'

La señora lo invitó a pasar, ponerse cómodo y le ofreció un poco de café.

'- Bien, lo escuchamos...' El señor Sicone esperaba impaciente.

Sin dudar un instante, el extraño fue directo al punto. Con destreza sacó de algún bolsillo interior de su sobretodo una cajita negra que no tenía bordes, ranuras o tornillos. Solo un botón rojo pequeño en el centro.

'- Usted debe presionar el botón rojo, yo estoy autorizado a pagarles a ustedes cien mil dólares por ello.'

La cara de desconcierto e inseguridad de la joven pareja obligó al extraño a sacar de otro de sus bolsillos los diez fajos de cien billetes de cien dólares cada uno.

'- ¿Qué sucederá cuando presionemos el botón?'

'- Sucederá que una persona que ustedes no conocen perderá la vida en ese preciso momento.' Replicó el extraño a la pregunta de la señora.

Conversaron los dos jóvenes largo rato antes de decidirse. Ella no confiaba en aquel ser de la noche. Pero él sostuvo que ese dinero era justo lo que necesitaban.

Con un poco de miedo, el señor Sicone se acercó a la caja y presionó el botón con suavidad. Sintió entonces un escalofrío por todo su cuerpo y creyó escuchar en su propio interior el grito de terror. El sordo, agudo e interminable gemido de espanto de aquella niña pequeña desconocida. 'Ilusiones' pensó para sus adentros.

Dejó entonces el dinero sobre la mesa el extraño, levantó la caja y se la guardó en su sobretodo. Sin decir palabra caminó hacia la puerta.

'Ahora a nuestro querido hijo no le faltará nada...' pensaba la señora Sicone mientras acariciaba su vientre. Nacería en pocos días y contaría con toda la seguridad que unos buenos padres deben dar a sus hijos. De más está decirles que el dinero era auténtico.

'- ¿Qué va a hacer con ese artefacto ahora?' preguntó el señor al extraño que ya se alejaba.

'- Voy a ver a otra persona. Alguien que necesita ayuda. Alguien que usted no conoce...', y sin decir mas, se internó en la interminable oscuridad de la noche.

Cuco
24/08/94


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